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Del uniforme a la máquina

Por:Edgar Leonardo Silva Tafur
“Las profesiones no son para conseguir plata sino para servir, y si es lo que a uno le gusta, para ser feliz. Esto es angustioso, como todo. He visto ingenieros que corren más que yo. Hay uno que anda a la carrera como si fuera a perder el almuerzo del día, pero por mucho afán que lleve, uno lo para y lo saluda (alegremente):
-Ing, yo le tengo la pauta
-Claro mijo, yo lo apoyo
Eso es lo bonito”
Sonríe y me mira como diciendo ‘¿Cómo la ve?’. Callo porque es de esos momentos en que el personaje, el periodista, tiene algo más que decir…
Sobre la mesa, una gaceta acerca de arte, una revista de la Universidad del Tolima, ‘El Salmón’, un diccionario Larousse cuya portada está descolorida y un par de ediciones de ‘El Nuevo Día’. Justo detrás, un hombre flaco que arribó a la Ciudad Musical de Colombia en 1971.
Atrás quedó la vida del campo, la vida en el Cañón del Combeima. La vida de la que prefiere no dar detalles. La vida que tuvo lugar hasta los 20 años de edad cuando terminó la Secundaria en la Granja Mariano Melendro Barón, “a Dios gracias una de las mejores formaciones que podría recibir un estudiante para la época”, dice.
Bajo la sombra de hallar trabajo, estaba el deseo de continuar estudiando. Luego de preguntar y buscar, le ofrecieron un puesto de vigilante que aceptó sin dudar. Incluso era más que un vigilante, “era todero. También era mensajero”, explica.
“En eso de hacer todo, tiene uno la oportunidad de observar mucho. Una cosa es quedarse estático en una portería y otra, tener radio de acción para observar, fijarse y buscar una proyección”.
Tras saludos y mandados orge Torres Rojas se hace a la amistad de Floro Saavedra Espinoza, director de un periódico que prevaleció durante 50 años, denominado ‘El Derecho’.
Mientras estaba en la portería del edificio llamado María Marta González, leía varios periódicos y escuchaba “Doña Radio”, así se refiere a la radio de la época. De alguna manera, estar informado, leer y escuchar, le abrió la puerta, unos pisos más arriba. En la celaduría le dicen no va más y Floro Saavedra le concede la oportunidad de demostrarle la vocación por el periodismo, específicamente por la prensa escrita.
Sería administrador, vendedor de publicidad y corrector de los textos que llegan al periódico, es decir, editor. Sin embargo, antes de hacerle preguntas a los escritos, tomó la máquina y elaboró unas cuartillas que su jefe permitió publicar. “Es prácticamente el bautizo que uno recibe y eso es grandioso. Verse en letras de molde es maravilloso”, dice mientras brillan sus ojos negros.
Mucho antes de El Derecho, el diario fundado por Fidel Cano Gutiérrez, El Espectador, fue lugar y motivo de una anécdota que ofrece una pista para conocer lo que hoy hace.
“Como estudiante envié una carta a una sección llamada ‘correo de los lectores’ para que me facilitaran el nombre del director y los integrantes de la Sinfónica Nacional. El Espectador la publicó y la miraba una, dos y tres veces, parecía mentira que Jorge Torres apareciera firmando una carta en El Espectador”
La petición surgió de una tarea impuesta por un profesor de cuarto de bachillerato y aunque ya no posea la edición en la que aparece, afirma que debió ser publicada en 1968. Es que hay anécdotas y cosas que ya no están ahí, tan claras. Toma uno que otro minuto para recordar, recordar su camino, simplemente recordar.
  • Buen día, Andrés, ¿qué es lo que necesita?, (mencionó cuando pasé a la oficina número 303).
  • No. Mi nombre es Leonardo Silva. (Apuntó en su libreta. Más tarde, continuaría llamándome Andrés).
Juan Gossaín, uno de los periodistas referentes del país, inició su camino publicando una crónica en el mismo diario que Jorge Torres lo hizo. En una entrevista realizada por María Alexandra Cabrera para la Revista BOCAS en el año 2017, el escritor, reveló la anécdota que le permitió hacer parte de El Espectador:
“A San Bernardo del Viento comenzaron a llegar unas cajas que no tenían dirección. Y empezó a ponerse en movimiento el enigma caribe: “¿Qué será eso? ¡No toquen eso! ¡Puede ser peligroso!” Todos miraban las cajas desde lejos. Una noche Roberto Luis Luna y yo nos metimos una parranda y decidimos abrir las cajas. Había sabanas, jeringas, paredes. Resultó ser un hospital prefabricado que habían enviado desde Inglaterra porque unas monjas misioneras que habían estado en el pueblo contaron que no había hospital. Dije: “Esto hay que contarlo”. Decidí dejar el cuento de las cajas para más adelante y empezar el texto contando dónde estaba San Bernardo del Viento y por qué se llamaba así. El único periódico que circulaba en el pueblo era El Espectador. Cogí uno, miré que el director era Guillermo Cano y mandé el texto. A los ocho días lo publicaron con el título “Cartas desde San Bernardo del Viento”. Siempre he sospechado que a Guillermo Cano lo que le gustó no fue el texto, que era bastante flojo, sino el nombre del pueblo.”
Luego de enterrar a Floro Saavedra, el Director, arribó Mariano Trivin Piedrahita, fundador del Festival Folclórico Colombiano y consumado periodista, quien acompañó a Jorge durante 5 años, hasta que el periódico dejó de funcionar debido a temas económicos. Durante esos 5 años lograron que el periódico El Siglo, editara el diario. Un ‘acuerdo’ permitía la circulación de El Derecho, 2 veces por semana, con un promedio de páginas rondaban entre 16 y 20. La dependencia en torno al diario conservador, fundado 1 de febrero de 1936 por Laureano Gómez (Presidente de la República de Colombia desde el 7 de agosto de 1950 al 5 de noviembre de 1951 y quien además fue periodista e ingeniero) y José de la Vega, ponía en serias dudas el futuro del periódico para el cual trabajaba Trivin.
“Nosotros no pudimos continuar porque no logramos crear una base económica. Era una empresa romántica, vivíamos el día a día. Aunque nos fue muy bien publicitariamente, eso no nos sostenía. La nómina del periódico creció de acuerdo a las necesidades, el ritmo y la distribución. Llegamos al punto en que dijimos: No se puede pagar esa plata. Duramos un mes dándole vuelta al asunto, “como corcho en remolino”. Pagamos a la gente como se pudo y suspendimos. Ibagué, iniciando el primer semestre del año 1989 se queda sin periódico”
Al mismo tiempo que los costos generados por la nómina eran insostenibles, cambiaron las directivas de El Siglo. Piedrahita y Rojas reciben una noticia desalentadora, El SIGLO no continuaría ayudándoles a menos que el costo propuesto por ellos fuera aceptado. “Ahí se nos vino el mundo al piso. Si ahorita gastábamos 500 pesos y nos dicen ahora vale 1500, se nos triplicó. ¿Y cómo íbamos a respaldar?”, explica el hombre de bigote chevron.
Efectivamente termina la etapa de El Derecho. Se queda sin oficio, pero llegan a él dos hombres que aportaron su granito de arena para que el diario de mil pesos viera la luz. Le proponen crear un periódico. Ellos ponían la editorial, que de acuerdo a Torres, era ‘vieja’, un sistema de impresión obsoleto, un sistema frío. Es decir, impresión en plomo. Las letras (sueltas) se llevaban a un sistema de armado, que pasaba por un crisol donde se fundían en plomo. Luego se hacían las letras en línea para después formar los párrafos en moldes de plomo y así sucesivamente hasta sacar las famosas galeras, que consisten en aquellas columnas de párrafos que se hallan en los diarios.
  • “Así empezamos Actualidad Tolimense en el año 1989. Nos asociamos con los dueños de la editorial (no tenía nombre, pero la podemos llamar Crónica). Ellos pusieron la maquinaria, el papel y el personal de trabajadores para hacer el periódico”.
Inició como semanario. Rojas se reunió con la rectora de la Universidad de Ibagué, Carmen Inés Cruz y el Rector de la Universidad del Tolima, Andrés Rocha Bermúdez, proponiéndoles una colaboración por parte de la Asociación para el Desarrollo del Tolima (ADT) que, al fin y al cabo, nunca llegó.  
Jorge sentía vergüenza de presentar el periódico, pero al mismo tiempo, era el único medio impreso de la ciudad, “era casi exótico”, comenta. Con la maquinaria empleada era difícil hallar repuestos. Si una letra se picaba no había con qué reponerla. Un operario las lavaba y las cepillaba para que la letra siguiera trabajando. Ya que la ADT no elaboró un estudio para establecer un medio moderno, en conjunto con las Universidades, Actualidad Tolimense inicia con una sociedad de buenas voluntades.
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La vida en la Crónica significaba “llevarse hasta la cobija para la editorial”, dice Jorge. “Es una tarea que empieza a las 7 am pero uno no sabe cuando termine. Puede ser a la 1 o 2 de la mañana del día siguiente. Es un trajín que lo absorbe a uno totalmente”
¿Qué  eventos poco favorables recuerda?
  • “Muchas veces porque haciendo el diario nos cogió la ‘Hora Gaviria’. Viene la crisis energética grave, tan macha, que la solución fue adelantar la hora para hacer cortes de luz, que oscilaban entre 2 y 4 horas.
La Hora Gaviria se le denominó a la medida tomada por el entonces Presidente de la República, César Gaviria, frente a la crisis energética que presentaban las hidroeléctricas a causa del reconocido ‘Fenómeno del Niño’.
Y entonces, ¿cómo trabajaban?
  • “Figúrese. Eso era muy duro, nosotros logramos que Electrolima (sociedad anónima fundada en 1955), tuviera consideración con nosotros. Nos dejó colgar de otro circuito, pero en algunas ocasiones coincidía el apagón de ese circuito con el de nosotros”
¿Les impidió alguna vez, sacar el periódico?
  • “Sí claro. No muchas, pero sí. Bien sea por problemas de luz o falla de maquinaria. En medio de esas dificultades llegamos a los 3 años. Para el año 1992, a nosotros nos está yendo bien, porque es el único periódico en ese momento, ni siquiera semanarios, mensuales, no había nada más. Por ser diario, así fuera feo, y perdóneme el término, hasta ¡asqueroso!, pero era diario, entonces la gente no tenía de dónde más acudir.
Ese mismo año Vanguardia Liberal  realizó un ‘estudio de plaza’ a Ibagué, para establecer un periódico. “Ellos ven que a nosotros nos está yendo bien, que hay una plaza que está inexplotada y que la tiene un ‘periodiquito’ que no dice mayor cosa. Hacen el estudio y dicen: ‘No, esa gente allá está comiendo de todo y podemos llegar como un buen periódico’. Vanguardia Liberal acababa de recibir mucho dinero donado por agencias internacionales de prensa, que defienden la libertad de prensa, pues acababa de ser víctima de un atentado patrocinado por Pablo Escobar Gaviria y el narcotráfico. Recibieron donaciones y maquinaria. Tenían platica y querían abrir una nueva plaza. Al fin y al cabo, montaron el diario”, explica el periodista empírico.
De igual forma llega El Tiempo con un bisemanario. Tolima 7 días. Propusieron comprar Actualidad Tolimense, pero los ‘amigos no accedieron’. ‘No, cómo vamos a vender, todo el tiempo dedicado, no, ni tibios’ (menciona entre risas). Además, ubicaron semanarios 7 días en el Eje Cafetero, Villavicencio y Boyacá. El ‘Periódico de los Tolimenses’ no la tenía fácil: por un lado estaba el diario semanal, y por el otro, el bisemanal. “Quedamos sitiados”, así lo resume Rojas. Vuelve y juega, la suerte de un romanticismo, según Rojas. Compitieron de tú a tú, con lo que había: “máquinas obsoletas, unos fierros viejos y sin plata”, con  dos grandes. A pesar de eso, los ‘que tenían forma’ se pusieron a guerrear entre ellos, ‘a lo grande’ y así no quedó empleado alguno.
“¡Se nos llevaron hasta todos los empleados!, el que manejaba la rotativa, la impresora. Lo vieron y necesitaban enseñarle a un tipo que tuviera conocimiento para manejar la rotativa. Le propusieron y se lo llevaron. ¡Hasta el vendedor!”
¿Cuántos vendedores tuvieron en aquella época?
  • (Los cuenta en voz alta, uno, dos, tres, cuatro) Mauricio Sánchez, una niña Vilma García, un muchacho que nos vendía clasificados que está todavía en el Nuevo Día, Jorge García, no recuerdo más
Actualidad Tolimense continúo funcionando hasta 1993 con “patadas de ahogado”.  ‘El periódico de todos’ arrancó con 3 cofundadores. Guillermo Hernández Contreras (médico cofundador de COASMEDAS), Helibelto Hernández Contreras (ingeniero civil) y Enrique Sánchez. Helibelto era el dueño de la editorial ‘Crónica’ y Guillermo era quien escribía. Crónica contenía una impresora rotativa, fuentes movibles con las cuales se hacían los títulos, una máquina de hacer título, le llamaban “Lulo”, cortadora para el papel, componedoras y máquinas para impresión en tamaños pequeños. 
  • “El dueño de la maquinaria me llama y me dice: Jorge yo creo que ya terminamos esta etapa. Se suspende el periódico. Yo voy a vender porque estoy pagando arriendo y el personal ya se fue, además voy a vender la maquinaria. Le propongo quedarse con el nombre del periódico”
El diario estaba a nombre de Helibelto Hernández y Jorge Torres. De manera respetuosa le dijo: “Haga lo pertinente. Le escribimos al Ministerio del Gobierno y me quedé con el nombre. ¡Ah sí fue difícil!”
¿Recuerda de dónde surgió el nombre del periódico?
  • “Varios amigos botamos ideas, pero a alguien se le ocurrió decir pongámosle ‘Actualidad’. Enviamos la solicitud, pero ya estaba registrado. Le íbamos a poner algo así como, ‘El Periódico’. Tampoco. Alguien dijo Actualidad Tolimense, y dijeron que estaba disponible. Pero no recuerdo a quien le salió a ‘flor de labios’.
¿Cuándo empieza ese proceso solo?
  • “Me quedo con el nombre del periódico, los archivos y la papelería. Me apropio de lo que yo consideraba necesario para guardar. Como periodista, y es un nombre muy grande, mucho decir. Como ‘periodista empírico y desocupado’, sigo ahí echando seso qué hacer. Yo dije, voy a continuar. Los amigos me dicen, haga un periódico, tiene el nombre, arranque.
Con los últimos ahorros decidió hacer el semanario. Realizo un diseño en borrador, buscó un diseñador, entregó el boceto (un periódico de 12 o 16 páginas, tamaño tabloide). Les dijo a unos amigos, apórtenme, ¡Ibagué como plaza está buena! Existía actividad económica,cooperativismo, agencias financieras. “Me metí y logré quitarles un buen pedazo de la pauta a los dos: Vanguardia Liberal y Tolima 7 días. El periódico salía maquiladamente y si había que plegar en el piso, se hacía”.
¿Usted mismo tenía que hacer ese proceso?
  • “Por supuesto, con ese semanario llegue hasta 1998 o 1999. Debido a una crisis económica la macha, entra a flaquear todo el mundo. El Nuevo Día entra en ley 550 a punto de cerrarse. El Tolima 7 días a punto de cerrarse, pero por esa época lo ponen diario y eso fue un golpe certero. El Nuevo Día estaba muy grave. ¡Yo, sí que es cierto! Paré el semanario, no pude más.
A lo largo de 1998 y 2001 se presentó una de las peores crisis económicas en la historia nacional. De acuerdo a un estudio realizado por el Fondo de Garantías de Instituciones Financieras (Fogafín) y la Universidad Externado de Colombia, la crisis le costó al país 15 % del PIB de 1999.
A pesar de esas crisis Actualidad Tolimense continúa circulando por las calles de manera mensual. Es decir, Jorge Torres, aún sigue ahí, sigue escribiendo, sigue trabajando, sigue caminando, sigue buscando y sigue informando porque eso lo hace feliz y eso, precisamente eso, lo transmitió, esa chispa, esa cosa que pocos tienen, vocación, amor por el oficio, amor por la profesión.
Óscar Conde conoce hace aproximadamente 20 años a Jorge Rojas. “Llegó acá a solicitar el servicio de diagramación y ahí empecé a trabajar con él”. De acuerdo a Conde, usualmente la diagramación del periódico oscila entre 25 y 30 mil.
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En la calle 12 # 2-43 se encuentra el despacho de Actualidad Tolimense, según el aviso que aparece a mano derecha, en la oficina 303, aunque la puerta no tiene el número. El periódico no tiene empleados; el lugar tiene un par de computadores y varias ediciones del mes de octubre, pues se cumplen 30 años de su fundación. Jorge Torres Rojas pasa las páginas del consecutivo que va desde 1989 hasta 1990. Y como siempre, explica con sus manos, su rostro y su voz, lo difícil que le ha tocado, aun así, continua por amor, por vocación. Como decía el escritor y periodista, Hugo Viana Castro, hace 15 años: “Actualidad Tolimense, circula por doquiera en Ibagué y en el Tolima y gusta a los lectores porque tiene sabor a vianda criolla”
¿Y qué tenía para decir?
“Le cuento: Yo no soy profesional, yo soy empírico. Para escribir cualquier cosa, para escribirla bien, tengo que arrancarme los pelos de la cabeza. A pesar de que uno vive en medio de los periódicos, libros, radio y tv, uno no alcanza a adquirir toda la información para responder integralmente a un lector que en cada párrafo debe recibir la mejor información. Como periodista debe transmitir, informar y enseñar. Allí está el sumo de una profesión”.
  • Eso sería todo, Andrés.

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