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“En esa época me sentí como en otra galaxia”

Por: Paola Andrea Ayala

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana, para esperar el buque en que llegaba el Obispo…
Con esas palabras Gabriel García Márquez, Gabo, inició una de sus grandes obras, “Crónica de una muerte anunciada”. Un relato sobre la desventura que aguardaba por Santiago Nasar, algo que se aseguraba en muchas de las conversaciones de los habitantes de un pequeño y aislado pueblo costero, poco o nada se hizo para evitarlo. Parece una historia de ficción, pero en nuestro país ese tipo de tragedias han estado presentes a lo largo de su historia. Así ha sido nuestra realidad.
El Tolima fue testigo de una de esas tragedias que enlutaron la nación, uno de esos secretos a voces de los que los  medios de comunicación fueron cómplices silenciosos. El 13 de noviembre de 1985, el volcán Nevado del Ruiz hizo erupción, afectando parte de los departamentos de Caldas y Tolima, en mayor medida este último, un pueblo entero quedó sepultado debajo de una masa de lodo y ceniza. Ese día Colombia escribió en su historia la crónica de una tragedia anunciada. La tragedia de Armero.
Marcos Antonio Gómez Gómez ha dedicado poco más de 58 años al oficio del periodismo y a su gran pasión, la radio. Él recuerda con mucho sentimiento aquel fatídico día en el que más de 20 mil personas perdieron la vida.
Era un miércoles. Ese día estaba previsto un debate en la Asamblea Departamental del Tolima contra el que fuera gerente de la Fábrica de Licores del Tolima, Orlando  Infante Martínez, relacionado con líos políticos. Una pelea entre liberales y conservadores. Marcos Gómez se encargaría de cubrir el debate aquella tarde. Siendo las 4:00 de la tarde, estaba alistando el material de trabajo que debía presentar el día siguiente en el noticiero Todelar, de La Voz del Nevado, que se ubicaba en el cuarto piso del edificio de la Caja Agraria, el de la 15 con 3ra.
Gómez era el director del noticiero. “Vaya y cubra el debate en la asamblea, que es de carácter urgente”, le ordena sobre las 5:30 de la tarde a una joven que trabajaba con él. “Era una niña recién llegada, un poco tímida”, señala Gómez. Él estaba un poco fatigado del trabajo y así tendría tiempo para descansar.
Marcos recuerda que faltaban 15 minutos para las 6 de la tarde cuando se paró frente al lavamanos, se peinó, se puso su saco, acomodó su corbata, dio un último vistazo a su sitio de trabajo y apagó la luz. Acto seguido inició una marcha hacia la puerta y una vez estaba frente a ella sonó el timbre del teléfono. Durante unos segundos meditó si contestaría o no, es difícil para una persona curiosa pasar por alto una situación como esta, así su cuerpo pidiera descanso. Resolvió atender la llamada. Era un amigo de hace varios años, el padre Hernández, del municipio de Murillo.
“Casi a gritos me decía: Marcos, está temblando, cae demasiada nieve y huele mucho a azufre…
¡Ay Jesús! …yo casi ni le entendía”, dice. La llamada se cortó. Intentó reestablecer la comunicación por cerca de media hora, pero no lo logró.
 
Marcos, con voz tenue, asegura no recordar su primer día de trabajo, pero aquel 13 de noviembre lo recuerda muy bien. Aprovecha para darme consejos relacionados con la ética periodística, recalca la importancia de no ir de forma insistente tras el dinero. Hay cosas más importantes, dice.
La tragedia de Armero fue anunciada muchos meses atrás, comenta Marcos. Afirma que se había anunciado en primera medida una alerta naranja, pero luego las autoridades competentes la declararon amarilla (tal vez para no generar miedo en la población civil), cuando esta debió ser roja. “Llegó a todos los medios de comunicación del país, especialmente a los del Tolima, un mensaje del Ministerio de Comunicaciones avalado por el comandante de la Sexta Brigada, por medio del cual perentoriamente nos pedían no tocar ningún tema relacionado con Armero, desde luego muchísimo menos con el Nevado del Ruíz, nada que tuviera que ver con Caldas, Manizales o aledaños”, asegura el periodista. A esto añade que de forma amenazante se les advertía a las emisoras que las frecuencias radiales por constitución nacional pertenecían al Estado y que las penas que incurrieran en apuntar de alguna forma hacia esas noticias podrían ser suspendidas y salir definitivamente del aire.
Marcos nació en el municipio de Alpujarra, ubicado al sur del Tolima, en límites con el Huila. Conserva el acento de su tierra. Recuerda que antes de llegar a la cuidad de Ibagué a iniciar sus estudios de bachillerato, cuando tenía apenas 9 años, ya se había enamorado de la radio. En su natal Alpujarra, no existía la televisión y con cariño recuerda a Radio Sutatenza. Cuenta que los aparatos  los regalaba la alcaldía y al momento de tener unos en sus manos, pasaba horas escuchando los sonidos que salían de allí. Sus programas favoritos eran los deportivos.
Esa radio que tanto ama pudo haberle salvado la vida a tantas personas, pero fue acallada quién sabe con qué propósitos. Esa anoche Marcos se sintió inquieto y se dirigió hasta la Gobernación. Mientras corría ascendiendo las escaleras, se encontró con el padre Javier Arango Jiménez -quien ya falleció- y apenas lo saludó. En medio de ese afán se topó con un colega, Hernando Rodríguez – actualmente director de noticias RCN en Girardot – a quien comentó su conversación con el sacerdote Hernández. “Marcos, ¿de verdad? ¿No me está exagerando?”, preguntó Hernando, “hermano, por qué tendría que exagerarle, le estoy contando lo que pasó”, respondió Marcos.
“Cuidado me toca una sola noticia Gómez, nada que sea relacionado con Armero”, le dijo en la noche don Antonio Rocha –fallecido-, gerente de la emisora.
Después de llegar a su apartamento, sobre las 10:30 de la noche estableció contacto telefónico con Hernando Rodríguez. “Hermano, yo voy  echar la noticia. Se acabó Armero”, dice Marcos, fueron las palabras de Hernando. Él había hecho sus averiguaciones, Marcos le contó lo que  sabía de pueblos cercanos a Armero, como Venadillo y Alvarado, le habló de la falta de energía eléctrica en estas poblaciones, de la caída de ceniza y el penetrante olor a azufre. Luego de esto no se contactaron más esa noche. Hernando Rodríguez se convirtió luego en el primer periodista de Colombia en dar la noticia.
El Ministerio de Comunicaciones de Colombia, durante el gobierno de Belisario Betancourt (1982-1986), estuvo a cargo de la señora Noemí Sanín entre los años 1983 y 1986. Sanín es recordada por incidir de forma directa en prácticas de censura a la labor periodística. En aquel año de 1985 las amenazas hacia los medios informativos para que no mencionaran lo que acontecía con la actividad volcánica del Nevado del Ruíz, no fueron las únicas acciones de censura ante hechos noticiosos. Pocos días antes, en otro suceso que conmocionaría a Colombia, la Ministra de Comunicaciones ordenó la transmisión televisiva de un partido de fútbol con la intención de desviar la atención de lo que se vivía en otra de las grandes tragedias colombianas, la toma del Palacio de Justicia.
Marcos Gómez habla de la toma del Palacio con mucho “entusiasmo”. Para él, el cubrimiento que realizó a dicha situación le representó un premio de periodismo a nivel departamental. “El presidente de la corte en ese tiempo era Alfonso Reyes Echandía. Era tolimense” menciona mientras hace un gesto de lamento. “Iba yo cruzando la Plaza de Bolívar – en Ibagué-, y me encontraba cerca al Palacio de Justicia cuando vi a Jaime Barrios Mejía - parlamentario de la época-. Terrible esa vaina Gómez… eso está muy grave” le dijo el parlamentario al periodista, “Doctor… ¿de casualidad tiene el número del Doctor Echandía?”
Gómez asegura que Jaime Barrios sacó de su maleta una pequeña agenda en la que tenía el número telefónico requerido y se lo dio. “No se lo vaya a dar a nadie, y si le contesta, no le vaya a decir que fui yo el que se lo dio” dijo Barrios Mejía.
Marcos Gómez afirma tener la persistencia necesaria para ejercer el oficio del periodista, y con la perseverancia que lo caracterizó durante toda su carrera, marcó en repetidas ocasiones el número que le fue suministrado hasta que con voz angustiada Reyes Echandía contestó. “Sostuvimos una trasmisión de tres horas continuas… se escuchaban ráfagas y bombas, nos pasó al Magistrado Carlos Medellín y a dos magistradas más, una de ellas murió al teléfono, se sintió como la bocina golpeó la mesa. En ese momento se escucha la voz al teléfono de Alfonso Jacquin -militante del M19-, y con acento costeño, nos pidió que como periodistas, interviniéramos ante el presidente Betancourt. Hablamos durante un buen rato mientras se escuchaban detonaciones brutales… al mantener esa transmisión tanto tiempo, por esa información fuimos galardonados con un premio a nivel departamental”. 
El miércoles 6 de noviembre de 1985, un comando de guerrilleros del Movimiento 19 de abril, M-19, irrumpieron en las instalaciones del Palacio de Justicia en la ciudad de Bogotá, llevando a cabo lo que ellos denominaron Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre. Durante el hecho los guerrilleros mantuvieron rehenes a cerca de 350 personas, entre magistrados, empleados y visitantes. La incursión guerrillera fue seguida por la retoma, una mezcla armada entre el Ejército y la Policía Nacional. Se dieron enfrentamientos que se extendieron hasta el jueves 7 de noviembre. En un principio se habló de 98 víctimas mortales, la cifra aumentó posteriormente, como también  la de personas desaparecidas.
“En los 56 años que llevo haciendo radio, esas fueron las mayores historias de mi vida. La toma del Palacio, la avalancha de Armero, fueron muy seguidos. En esa época me sentí como en otra galaxia” dice Marcos, un periodista de la “vieja guardia”.
Marcos Antonio Gómez Gómez, pasa gran parte de su tiempo en la Academia de Historia de la Gobernación del Tolima. Va casi todos los días en busca de conocimiento, por las lecturas, por la investigación, le gusta hablar con la gente, en especial con las personas que contribuyen a la cultura del departamento. Mantiene persistentemente a la mano sus grabadoras, siempre presto a entablar alguna conversación. Es un hombre bastante entrado en años, con un carácter curtido por los mismos. Con una voz suave pero con un aire a regaño me pide leer, me pide conocer tanto de actualidad como de historia, pero recalca de entre sus frases que el periodismo se hace mejor de manera independiente. Esto último lo entiendo yo, como una especie de contraposición a la censura impuesta a los medios de comunicación.

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