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¿Y yo qué hago acá?
Por: Valentina Cárdenas
“Dos renglones de ceniza” empezaban a cubrir el cielo cuando el técnico de la selección Tolima decidió emprender su viaje a Armero con el fin de llamar a convocatoria a jóvenes para que fueran parte del equipo.
“¿No les da miedo?” preguntaba el profesor mirando hacia el cielo pensando que el mal estaba arriba. Sus amigos, totalmente convencidos le contestaban: “No, eso es sólo agüita y ceniza.”
Ariza iba en búsqueda de jugadores a Armero y no podía dejarse distraer por algo que quizás era producto de su imaginación. Así que el 12 de noviembre el profesor dejó el municipio, totalmente satisfecho ya que había encontrado un “pelado bueno” de nombre Carlos Gregorio Pimiento.
Ese miércoles por la noche, Álvaro Ariza se encontraba haciendo el programa deportivo para la emisora Colmundo en la que trabajaba. Cuando estaba con su compañero José Hernández recibieron una llamada desde Armero que les advertía sobre una tragedia.
“Hicimos escándalo, llamamos al uno, al otro.” Ariza se comunicó con la empresa de comunicaciones, Telecom, del municipio de Murillo y preguntó sobre la situación por allá. Le respondieron que había mucha zozobra e intriga, pero que a ellos no les iba a pasar nada porque tenían algo muy claro, el río estaba 100 metros más abajo.
Después de esa llamada, Ariza se quedó escuchando la trasmisión del partido de Millonarios vs Deportivo Cali. Alrededor de las 7 de la noche recibió la llamada de un muchacho al que le decían “el enfermero loco” porque trabajaba en el manicomio:
-Profe, ¿yo qué hago aquí? esto está pavoroso, terrorífico ¿qué hago?
-Pues salga.
-¿Y mi familia?
- Pues échelos a todos para afuera.
Y se cortó la llamada.
“Estas líneas están malas” supuso el profesor y siguió coordinando otras emisiones, hasta que a las 11 de la noche se fue para su casa. En la madrugada, el sonido de las sirenas provenientes de las ambulancias lo despertó “algo raro pasó” pensó hacia sus adentros y recibe la llamada de su compañero de trabajo Óscar Rentería Jiménez quién le dijo "Váyase para la emisora ¡Ya! coordine la transmisión mientras llega una periodista”.
Ariza llegó a la emisora y no tenían nada, ni señal, ni contacto, así que sintonizaron Caracol y estaba en una transmisión directa con el capitán Álzate:
-Capitán, capitán, ¿Usted que ve?
-Yo no sé, yo no sé, yo no veo sino agua y arena, esto es un desierto, Armero quedó borrada.
En la emisora encendieron la televisión y las imágenes de la tragedia abundaban. Álvaro Ariza miraba detenidamente cada escena y se fijó que sobre un morro se encontraba un joven acompañado de su papá, su mamá y su hermana divisando el desastroso evento.
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“Cada quien vivió la historia a su manera” dice el periodista Carlos Sepúlveda quién se encontraba a las 6 de la mañana en su casa, cuando recibió la llamada del operador de audio que estaba de turno en la emisora de RCN en Ibagué:
"Hermano, acaba de llamar Juan Gossaín que se venga ya para el estudio porque hay una tragedia en Armero y tiene que venir a coordinar la emisión."
Cuando Sepúlveda llegó a la emisora ubicada en la 15 con Tercera, había mucho alboroto. Gente corriendo de pasillo en pasillo, las afueras de la emisora llena de personas. Comenzó a hablar con los que llamaban y preguntaban por sus familiares en Armero.
“Yo en la radio decía que la situación era muy dura, que era muy difícil ver que Armero había desaparecido, que no era sólo una inundación. Había llegado lodo, árboles, tierra, piedras, de todo. Armero ya no existía."
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“Empezó el sufrimiento de nosotros en la radio”. Álvaro Ariza cumplió turno en Colmundo día y noche, informar y contar todo. Junto a Oscar Rentería, lista de heridos en mano, daban nombres e información. "La información debía ser sin especulaciones, nombre que se conocía, nombre que se daba". Tenían alrededor de 12 periodistas en contacto con los organismos de rescate, como la Defensa Civil, proporcionándoles la información sobre los heridos y los muertos.
Ariza tuvo la oportunidad de ayudar a un amigo. Le dijo a Rentería “Gilberto Lozano, es un amigo mío, mire dónde está”. Así que empezó a buscar entre la lista de heridos y se dio cuenta que Gilberto se encontraba en un hospital del barrio 20 de Julio, en donde sólo había 4 heridos.
Gilberto le comentó al profesor que él había pasado por encima de la Iglesia, literalmente. Se subió al segundo piso de su casa y mientras veía que todo pasaba por su lado, agarró una cadena de una volqueta y se impulsó. “Parecía Superman volando” Cuando llegó al hospital, estaba sajado como un pescado. ¿Pero qué salvó a Gilberto? Que en el hospital en el que estaba el, había sólo 4 heridos.
Y así se van uniendo historias.
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A las 9 de la mañana, Carlos Sepúlveda se montó en una avioneta directo hacia Armero para mirar todo con sus propios ojos, "uno veía cadáveres sin brazos, cabezas por ahí rodando, gente y animales ahogados en el lodo, era impresionante". Después de tres días, vio Armero desde un helicóptero. “Eso es una cosa inenarrable, una cosa horrible”. Aún veía gente en los cerros y árboles, pidiendo que los sacaran. Gente mutilada y cadáveres regados por todos lados.
"Yo nunca había visto tantos muertos" manifestó Sepúlveda recordando que después de que regresó de Armero, pasó noches sin dormir acordándose de lo que había visto.
A diferencia de Sepúlveda, Ariza no fue capaz de visitar Armero en esa semana. Ocho días después lo llevaron, "yo no fui capaz, me paré en la entrada y ahí me quedé", señala con una expresión un poco consternada y nostálgica.
Hoy en día; la entrada en la que Ariza se detuvo que en ese momento era un lodazal de muertos, heridos, animales, árboles y piedras; muestra las ruinas del hospital San Lorenzo que poseía tres pisos. Los visitantes sólo ven el piso superior o lo queda de este, pues el nivel de la avalancha cubrió los otros dos.
Más allá, hay una gran selva con carreteras abiertas que desprenden polvo mientras grupos de turistas caminan entre las ruinas de lo que era el pueblo. A un lado, la cúpula de la iglesia totalmente destruida. Aún quedaban vestigios de baldosas y pisos, sobre ellas la vegetación aparece para recuperar su territorio.
Cruzando la calle 12, un monumento señala lo que fue el centro de Armero. Varios “informadores turísticos” narran a grupos de más de 10 personas como la tragedia se llevó lo que era la despensa algodonera del departamento del Tolima.
Al otro lado el monumento que conmemora la visita del Papa Juan Pablo II. Bajo una gran cruz, la estatua del sumo pontífice arrodillado. Alrededor, la vegetación invade las lápidas de las familias que alguna vez vivieron allí.
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Mientras Carlos Sepúlveda se encontraba en Armero, tuvo la oportunidad de presenciar una situación que marcó la vida de muchos colombianos, el caso de Omaira. “Eso fue una cosa muy dolorosa, yo tuve la oportunidad de ir a ver allá.” Impotencia y falta de experiencia, son las palabras que utiliza Carlos Sepúlveda para describir esa situación. Para ese entonces, no había los elementos que tenemos actualmente para salvar a los seres humanos. “Eso fue lo que mató esa niña allá, tanto tiempo y que no pudieron rescatarla”.
Álvaro Ariza no vivió el drama de la niña, pero observaba las noticias. “La niña aparece y dicen ‘¡se salvó la niña!’ pero la van a sacar y no pueden”.
Vídeos y fotografías de esa niña de cabello corto de color negro sumergida en el lodo se encuentran alrededor de un campo abierto. Es la señal que indica que se ha llegado a la tumba de Omaira, el mismo lugar en donde quedó atrapada a sus trece años.
Alrededor de la tumba, dos tiendas con carpas verdes y estructura de guadua. Allí reproducen vídeos sobre la tragedia, venden relicarios, artesanías, camándulas, veladoras, y cualquier símbolo religioso que sirva como ofrenda para la pequeña.
Después de las tiendas una pequeña estatua de Omaira. A su alrededor placas de agradecimiento por milagros concedidos, también cuelgan manillas, muñecas e imágenes. Bajo un techo improvisado de bolsas un gran cristo y debajo; más placas de agradecimientos, juguetes, flores, y veladoras como ofrenda a la niña Omaira símbolo de la tragedia.
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“En ese momento no habían periodistas graduados, todos éramos empíricos”, señala con orgullo Álvaro Ariza. “Era tratar de describir la cosa de una manera muy puntual, muy precisa, aun así fuera descarnada y dolorosa, pero es que era la verdad de lo que estaba ocurriendo”, complementa Carlos Sepúlveda. “La información debía ser seria, real, sin especulaciones. El periodista debe narrar el acontecimiento que está viendo, debe narrar todas las aristas del caso, parte física, anímica, científica, todo lo que rodea un suceso. Hubo muy buena información, con diferentes periodistas de todo el país. A mí me parece que se hizo un cubrimiento espectacular”, Finaliza Ariza.
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“Las trasmisiones como las de Armero duraron poco, como una semana, porque ¿qué más se hablaba?” señala Álvaro Ariza, al recordar los 3 días que pasó en la emisora, trasmitiendo cualquier noticia que relacionara a Armero.
Carlos Sepúlveda después de la tragedia tuvo la oportunidad de entrevistar a un sobreviviente, quién le contó su historia. “Yo estaba viendo televisión, cuando sentí un ruido impresionante, como cuando viene un avión. Comenzó a crujir la casa. Cuando yo abrí la puerta, vi como la gente gritaba, así que les dije a mi mamá, mi papá, y mi hermana que nos fuéramos ya. Los cogí de las manos y los arrastre hasta que nos pusimos a salvo, sobre un morro. El lodo pasaba con niños, mujeres y hombres muertos ahogados con el lodo”.
Ese testimonio era de un muchacho que jugaba muy bien al fútbol y estaba en el Deportes Tolima. Ese muchacho era Carlos Gregorio Pimiento.
Testimonios
Fotos
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