



Camilo Pérez Salamanca: construyéndose como cronista

Por: Valentina Cárdenas
Con traje de lino; pantalón y camisa blanca, entró un hombre un poco encorvado por las puertas de la Academia de Historia del Tolima. Estaba acompañado de su esposa, quien lo sostenía del brazo izquierdo mientras que en su mano derecha sostenía un bastón de color café que combinaba con el tono de sus zapatos.
“Ese es Camilo Pérez Salamanca, él es periodista”. Dijo una funcionara del lugar.
Y es que no era en vano, cuando Camilo llegó, las personas que se encontraban en la mesa principal del recinto se levantaron inmediatamente a saludarlo.
Tímidamente me acerqué a donde se encontraba Camilo, con el fin de hacerle unas preguntas acerca de un tema de investigación que estaba desarrollando; el cubrimiento periodístico de la tragedia de Armero. “Yo de la tragedia sé muchas cosas, así que pregúnteme puntualmente qué le gustaría saber”. Me dijo Camilo, y mientras tanto, un hombre me susurró: “Él sí le puede responder, está hablando con uno de los mejores”.
Camilo se sienta en la mesa, y con la frase “métale candela al monte y que se acabe de quemar” me da paso a conocer a grandes rasgos su trayectoria como periodista del departamento del Tolima.
Nacido en 1946, en la vereda China Alta, recuerda sus primeros encuentros con el periodismo. “Yo creo que la violencia tal vez me hizo a mí periodista.” Durante el gobierno de Rojas Pinilla, Camilo se encontraba jugando en un potrero cerca de su vivienda. Teniendo en cuenta que eran épocas donde la guerra bipartidista y la violencia estaban a flor de loto. Camilo veía pasar aviones muy seguido, pero esta vez, vio pasar un avión muy particular. Tenía la punta roja e iba dejando un listón azul a medida que volaba. Les bautizó trompi-rojos de propulsión a chorro. Sin embargo, a pesar de la curiosidad por este artefacto, empezó a sentir miedo. Así que inmediatamente salió corriendo hacía su casa.
“Yo tengo una referencia de que esa fue la primera noticia que yo di. Un avión con la punta roja que dejaba una estela de humo” se las contaba a los trabajadores de la vereda, que se asombraban por ese fenómeno, y más aún por la manera en que Camilo les narraba este suceso. Porque, eso sí, Camilo siempre fue y ha sido muy curioso -como lo describe su esposa, Idaly- él tenía la necesidad de contar lo que veía, “A veces decir mentiras, pero siempre con el deseo de contar algo.”
En su adolescencia, Camilo llegó a Ibagué. Vivía en Santa Bárbara, al lado del barrio Belén, estudiaba en el colegio Diego Fallon y empezó a trabajar en distintos oficios. Trabajó en un almacén ofreciendo productos, y no era para nada malo, siempre conseguía la simpatía de las personas hasta el punto de convertirlas en fieles a la tienda. Trabaja de día y estudiaba de noche en el Instituto Ibagué, hasta cuando terminó su bachillerato, y tomó la decisión de entrar al magisterio.
“Pero entrando al Magisterio ya tenía la curiosidad de escribir”. Así, comenzó redactando poemas a alguna de sus novias, que le daba un valor agregado a esa alma romántica que tiene Camilo. Y es una de las características que más resalta su esposa. Sus versos y sus poemas es lo que han contribuido a sus más de 30 años de casados-. “Yo me creía el grande”.
Camilo se creía el grande, pero ese pensamiento resulta efímero cuando empieza a leer a los más grandes que él. Como para ese entonces Germán Santamaría, quien publicaba crónicas para El Cronista, que se llamaban Informes Ciegos de José Trigo -personaje de una novela de Fernando del Paso, un escritor mexicano- “Me entusiasmé mucho por la forma en que escribía German Santamaría. Él de una vez entró haciendo casi literatura, él manejaba personajes, y construía metáforas muy bonitas. Y eso me dio la entrada a García Márquez”.
Camilo, de manera muy dedicada, empezó a leer cada una de las crónicas de García Márquez. En esa medida, conoció a otros grandes escritores, como Hemingway. Con esas lecturas, se da cuenta que la crónica era un género. “Entonces yo tomo un poco eso y comienzo a escribir crónicas a mano. A inventarme crónicas a mano, a escribirlas.”
A diferencia de muchos periodistas que pertenecen a la vieja guardia, Camilo Pérez Salamanca decidió irse por el mundo de las letras por encima de la radio. Y empiezó a tomar forma su proyección. En 1971, decidió investigar lo que era llamado el Club Baltazar en la ciudad de Ibagué, que ya había desaparecido. Camilo fue e inspeccionó los tugurios, las casas, lo que había sido la plaza de toros. -Una de las cosas más fundamentales para sus crónicas era preguntar datos, y anotar toda la información que recibía de la gente del barrio y lo que observaba-. Así es como construyó su primera crónica “Destruir un mito para construir un barrio.”
“Destruir un mito, porque estaba el mito de que el Baltazar se había destruido, porque había llegado el Diablo, y había bailado. Una leyenda urbana que la gente había creído. Pero eso fue la avalancha de 1959 que había destruido El Club Baltazar”.
Así que a Camilo se le ocurrió ir a lo que en ese entonces era el diario El Cronista, que quedaba ubicado en la carrera Cuarta, entre 11 y 12. Su directora era una periodista muy destacada de esa época, Lolita Acosta. Camilo se encontró con la directora, y dándoselas de verraco -como se recuerda para ese entonces- le dijo:
- Le traigo esta crónica, para que usted la mire.
- ¿Usted ya ha publicado?
- Sí, yo he publicado en 'Los Nuevos'.
“Pero es que 'Los Nuevos' era una revista, un folletico que habíamos hecho con Libardo Vargas, ella qué iba a conocer 'Los Nuevos', eso era una cuestión cerrada, entre pocos amigos. Pero ella se comió el cuento y me recibió la crónica”.
Al tercer día de su encuentro, Camilo va y mira El Cronista, y en la tercera página, con un título muy destacado se encuentra, “Destruir un mito para construir un barrio”.
“No pues, que emocionada mía, yo nunca había visto mi nombre en letras de molde, no, yo casi me compro toda la edición de El Cronista. Me compré por lo menos unos 10 Cronistas, y se los regalaba a los amigos, “Mire, estoy escribiendo en El Cronista””.
Los comentarios de sus amigos no se hicieron esperar, y empezaron a apodarlo 'El Gran Camilito'. La admiración que generó a sus más cercanos eso es algo que todavía sucede muy seguido, por ejemplo, Libardo Vargas tomó la decisión de hacerle un homenaje a su compañero y viejo amigo Camilo, escribiendo un libro llamado “Guerrero de la Vida y la Palabra” en donde destaca toda la vida y los momentos más importantes para Camilo.
Al darse cuenta de que los textos que escribían estaban siendo publicados exitosamente, Camilo se motivó aún más y decidió escribir otra crónica acerca de una invasión que se había establecido en las ruinas del Club Baltazar, por personas de la calle apoyados de los estudiantes de la Anapo Socialista, estudiantes de la Universidad del Tolima y una serie de dirigentes de la época. “Y no, la viejita se entusiasmó con la segunda crónica y al segundo día, aparece mi segunda crónica, 'Sobre los héroes populares nadie ha dicho nada'.
Y escribe una tercera crónica: "No crean la leyenda urbana que dice que el Club Baltazar lo acabó el diablo, lo acabó la avalancha de 1959”.
“No, yo mandé a empastar esas tres crónicas, Los tres cronistas.”
Tener tres de sus crónicas en un diario tan importante permitió que él no pasara desapercibido. En un periódico conservador llamado 'Protesta' escucharon acerca de Camilo y empiezo a buscarlo entre los periodistas de esa época. Fernando Palacios, quién pertenecía al periódico, lo contactó y lo invitó a almorzar. Palacios había leído las crónicas de Salamanca y estaba impresionado por la habilidad que tenía él para encontrar buenas historias y saber contarlas.
Palacios estaba liderando un nuevo periódico, y quería publicar noticias con alma, como las que escribía Camilo Pérez, pero no tenía suficiente recursos para pagarle. “Pero esas cañas a uno le sirven, entonces me comprometí y alcancé a publicar ahí como unas 10 crónicas de diferentes temas”.
Eran crónicas que se caracterizaban por dar a conocer la realidad que vivían los ciudadanos, en este caso, los habitantes del Tolima. Uno de los últimos textos que publicó en el 'Protesta' fue un testimonio que se inventó acerca de un arenero que sacaba arena del río Combeima, pero que se estaba muriendo, lo contó en primera persona, fue una crónica bastante aclamada.
Las reacciones no demoraron en llegar: Carlos Orlando Pardo, quien era director de la Revista Departamental de Cultura, leyó ese texto y quedó encantado. Enseguida mandó a llamar a Camilo y le dijo: “Camilito, felicitaciones por ese texto, queremos ponerlo en la Revista” y es así como empieza a publicar en las revistas. “Yo he publicado mucho, pero mucho, mucho en revistas, periódicos. Pero ese texto ha sido uno de los textos tal vez más republicado en mi trabajo periodístico.”
Para fortalecer su trayectoria en el ámbito periodístico, Camilo Pérez decidió hacer los trámites para obtener la tarjeta profesional de periodismo. Empezó a colaborar con el ya fallecido locutor, Víctor Hugo Triana, en un programa de Ondas de Ibagué que se llamaba Radioperiódico El Mazo. Camilo y Víctor crearon un buen vínculo y disfrutaban trabajar juntos. Después de esta experiencia, y patentarse un poco más en los medios tolimenses, Camilo reunió todas sus publicaciones en El Cronista, El periódico Protesta, la Revista Departamental de Cultura, Revista El Pijao, y las presentó en un juzgado.
En el mismo juzgado, llevaba consigo unas personas que le certificaban que escribía, entre ellas Lolita Acosta. “imagínese, semejante señora, y periodista y fue y me certificó.” Y así sacó su tarjeta profesional de periodista, que le brindo oportunidades más grande de trabajar en lo que le apasionaba.
La influencia que tenía el hecho de poseer su tarjeta profesional se empezó a ver reflejada cuando Camilo decidió enviar unos textos a Revista Tolima, que pertenecían a la Contraloría del Departamento, para que fuesen publicados. Álvaro Echandía, Jorge Eliecer Triana y Germán Huertas pertenecían a la revista, y lo llamaron a él y a Víctor Hugo. “Víctor Hugo ya era suficientemente conocido en la ciudad, pero yo apenas estaba en pañales, pero me llamaron y me dijeron: Los mejores textos que hemos leído de alguien de Ibagué son los suyos, y queremos que usted venga a la revista Tolima.”
Decidido completamente, Camilo se retira del Magisterio y se une a la mesa de redacción de La Revista Tolima de 1978 a 1986, e incluso se conviertió en el jefe de redacción. La gran mayoría de sus textos son resaltando la belleza y la importancia de la cultura del Tolima. De esta manera, empezó a crecer el amor de Camilo Pérez Salamanca hacia su departamento, y hacia su ciudad.
Permanecer esos 8 años llenos de experiencias que le fortalecían su mirada y sentido de pertenencia por el departamento le dio la oportunidad de ser el jefe de comunicaciones de una universidad conocida a nivel nacional y la más importante a nivel departamental: la Universidad del Tolima.
Camilo comenta que haber sido jefe de comunicaciones de una universidad tan reconocida lo llenó de habilidades y destrezas para su profesión, porque era el responsable frente al país y los medios de cualquier información de la institución. Es una labor que Camilo desarrolló con responsabilidad, honestidad y veracidad.
Ser el encargado por alrededor de 20 años permitió a toda la comunidad universitaria sentirse agradecida por el trabajo que Camilo efectuó de manera muy comprometida, porque le otorgó un gran valor y trascendencia a la Universidad.
Pero el camino como escritor no terminó allí. Incluso, una vez que estaba en la Universidad del Tolima, llegaron a su oficina grandes paquetes de revistas y periódicos acerca de la ciudad, que ya iban a ser desechados. La curiosidad lo hizo destapar esas grandes cajas, hasta cuando se dio cuenta de que gran parte de la historia de Ibagué se encontraba en esas hojas apiñadas y mojoseadas. Camilo rescató estos textos y surgió la necesidad de escribir más acerca de la historia de ciudad. “La memoria de Ibagué estaba en los periódicos”.
El resultado de esa necesidad se ve reflejado en su grande bibliografía, de al menos 14 libros acerca de historias y crónicas urbanas que ilustran a la Capital Musical, producidos en toda su trayectoria, pero es algo que aún no termina: Camilo Pérez Salamanca siempre trata de dejar claro lo mucho que ama su ciudad y afirma que “La historia de Ibagué está sin contar”.